
EL CEDRO Y LA TEMPLANZA
La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales. Si bien la religión católica vincula la templanza con la abnegación ante deseos y placeres, la filosofía, ya desde los griegos, la refiere a la capacidad de mantener la calma y el equilibrio.
Hay dos palabras en griego antiguo que han sido traducidas como «temperancia» en el idioma inglés. La primera, sôphrosune, significa principalmente autocontrol. La otra, enkrateia, fue una palabra acuñada en tiempos de Aristóteles para dar a entender el control que uno ejerce sobre sí mismo o autodisciplina.
La persona templada es moderada en sus decisiones y conductas y contagia a quienes trabajan con ella de una serenidad que, de otro modo, no conseguirían.
Platón la define como la capacidad de poner orden donde hay caos, tanto en el propio interior de la persona como en aquello que la desorienta y provoca. Para el filósofo alemán Josef Pieper es una facultad: «Discreción ordenadora». templar o temperar como capacidad de armonizar series de componentes dispares.
La fuerza de la templanza: Ordenar el caos, concluir en la contradicción y razonar la emoción. Son dos necesidades en el día a día, la velocidad con la que todo sucede, el principio de inmediatez en el que vivimos, la digitalización y hábitos tecnológicos, nuevas formas de comunicación e interacción. A veces trae más caos que orden, el cerebro no tiene la capacidad de adaptación que se requiere.
LA TEMPLANZA
LA ADVERSIDAD