El término antinocicepción se refiere a la reversión o alteración de los aspectos sensoriales de la intensidad del dolor. La mayoría de los modelos para examinar la antinocicepción se desarrollaron para su uso en animales con el fin de explorar alteraciones en la sensibilidad a un estímulo doloroso después de la administración de un fármaco con posibles propiedades analgésicas (alivio del dolor).
La genética de la expresión nociceptiva ha añadido en Homo sapiens (ma non troppo) una capa de activación que permite el encendido del programa cerebral de dolor y la sensibilización de la red nociceptiva por simple predicción. Las expectativas y creencias son inductores suficientes. El mundo virtual, imaginado, especulado está integrado con el real. El genoma humano contiene la posibilidad de esa inducción.
La cultura, a través de la imitación e instrucción experta, convierte lo irrelevante en nocividad en relevante, permitiendo así la expresión de los programas cerebrales que proyectan dolor ante cualquier circunstancia absolutamente inofensiva en el universo real pero codificada como peligrosa en el virtual.